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¿Por qué nos aferramos al libro de hojas y lomo?



Estamos viviendo en lo comúnmente conocido como la “Era digital”. La tecnología avanza cada día a pasos agigantados y es imposible negar que muchos de estos avances han significado un sinfín de beneficios para la humanidad. Sin embargo, muchos de los aspectos de nuestra cotidianidad han sido engullidos o transformados por ésta. Para no ir muy lejos, un ejemplo claro es el cambio que ha sufrido cómo nos comunicamos con aquellos que están lejos. En la época de mis abuelos (eso me cuentan ellos) la única alternativa de comunicación a la que tenían acceso era la correspondencia (telegramas, cartas, y demás). Ahora, en nuestra época, no hace falta sino oprimir un par de teclas para que nuestro mensaje llegue, instantáneamente, a la otra persona. La época de la instantaneidad, del momento presente.


Y aunque se ha intentado, semejante cambio no se ha logrado dar en la forma en la que muchas leemos. Es que no hay nada como perder la noción del tiempo metidos en esas librerías de nombres raros distribuidas a lo largo y ancho de Bogotá. Lugares seguros para muchos, alejados del frenesí de la metrópoli. ¿Qué me dice usted, por ejemplo, de la casita al estilo europeo que lleva el nombre de la patrona de los bibliófilos, la santa Wilborada? Ubicada en la calle 71 con carrera 10, esta “botica para el alma” ofrece el espacio propicio para tomarse un buen café mientras se disfruta de la propia compañía y la de un buen libro. No muy lejos de este concepto se encuentran también “Casa Tomada” y “Luvina”. El punto de todo esto no es únicamente sugerirle par de librerías a las que pueda dirigirse, es también hacer énfasis en lo bonito y significativo del libro impreso. ¿Por qué nos aferramos a él? Por los pequeños placeres de la vida. Porque no existe nada como el olor de las hojas de un libro, o el sonido que se produce cuando las rozamos con nuestros dedos o cuando pasamos de página. Porque nada más satisfactorio que ver cómo, poco a poco, la biblioteca propia va creciendo. Porque no existe nada como meterse en la cama con un buen libro en las manos, incluso si algunas veces nos quedamos dormidos mientras leemos.

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